Un adepto de la alquimia,
que se jactaba de poseer la piedra filosofla, solicitaba
por ello una recompensa a Leon X. A éste Papa
protector de las artes, la peticion le parecíó justa y
le dijo al charlatan que volviera al día siguiente.
El alquimista se ilusionaba ya con su buena fortuna,
pero el Papa le regaló solo una bolsa vacía y le dijo que,
puesto que sabía hacer oro, solo necesitaba algo para guardarlo.
H.T.
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